La veía desde la mesa; danzar, bailaba frenéticamente un ritmo tropical. Él la observaba como obnubilado, pero no le decía nada, estaban como peleados, distanciados mejor dicho; no se dirigían la palabra, compartían la mesa en ese viaje en aquella playa del caribe venezolano, estaban junto a un grupo de amigos, dos parejas de novios, ella y él, que sobraban porque ya no eran amigos ya, mucho menos estaban en pareja, pero se respetaban. En esa mesa no se dirigían la palabra, a pesar de que cada tanto cruzaban miradas, pero no se decían nada, ni siquiera se daban la hora, era mucho el enojo entre ambos, no cruzaban palabra alguna ni cuando se encontraban solos, cuando las parejas que los acompañaban, abandonaban la mesa para ir a bailar, solo era un «hola ¿como estás? ¿bien? ok», nada más, pero de rato en rato, se miraban, de reojo pero se miraban, él sobre todo la miraba con un amor, como nunca antes lo había hecho con persona alguna; la miraba con un amor que nunca había sentido por nadie, se le ponían brillosos los ojos cuando la miraba. Pero era una mirada algo fugaz, pero en esos pocos segundos, el se deslumbraba más por ella, pero el sabía en el fondo que nunca volvería a tener siquiera una relación amical con ella, siempre viviría alejado de ella, no porque el quisiera, ya que por ella siempre sentiría algo muy fuerte, sino porque era el destino que se les había cruzado, el destino lo quiso así. Y sería tal como lo quería el destino, así tal cual.

Y es así como el despertó de su sueño. Ese tan doloroso sueño, que sería realidad por el resto de su vida.

bailando