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Aquella tarde de domingo se jugaban uno de los cupos para ir a los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964; en Lima, Perú debía ganarle a Argentina para estar mas cerca de viajar a la Olimpiada de Tokio, en Japón; que se realizaría unos meses más tarde, tenía todo a favor, la localía y el público que repletaba el estadio esa tarde gris del 24 de mayo de 1964, incluso había gente de mas esa tarde algo soleada de otoño y festiva en nuestra capital.
Se jugaba el torneo pre-olímpico del lado sudamericano entre 7 países; Argentina y Brasil, que eran los favoritos, luego nosotros, Chile, Uruguay, Colombia y Ecuador. Sólo habían en disputa 2 cupos, así que nuestra selección amateur (podían jugar en dicha selección olímpica solo jugadores que nunca hubieran jugado en una selección mayor, no importa la edad que tuvieran) luchaba palmo a palmo con la selección de Brasil, ya que Argentina se había disparado en aquella lucha.
Veníamos de ganarle a Colombia y Uruguay y de empatar con Ecuador; sólo nos faltaba jugar con Argentina, Chile y Brasil. Si ganábamos uno de esos 3 partidos jugaríamos casi con seguridad en los Juegos Olímpicos que se desarrollarían en octubre de ese 1964 en Tokio. La anterior edición de los juegos de Roma en 1960 también la habíamos jugado, así que estábamos por repetir el plato en ese 1964.
El torneo se desarrollaba en Lima entre el 7 y 31 de mayo de 1964; entre los 7 países arriba mencionados. Era la fecha 6 de dicho torneo, y el domingo 24 de mayo de 1964, se jugaba en el Estadio Nacional de Lima, antes mas de 47 mil personas, que sobrepasaban largamente las 45 mil personas que tenía de capacidad el principal estadio del país. Argentina con 10 puntos y casi clasificado, se enfrentaba a nuestra selección que tenía 5 y que si ganaba hacía 7 y tenía ya medio boleto o mas de viaje a Tokio. La selección formaba con Juan Barrantes, Ángel Guerrero, Javier Castillo, Héctor Chumpitaz, Armando Lara, Luis Zavala, Eduardo Sánchez, Enrique Rodríguez, Inocencio La Rosa, Enrique Casaretto y Víctor Lobatón.
Argentina formó con Agustín Cejas, Horacio Morales, Roberto Perfumo, Juan Carlos Sconfianza, Emilio Pazos, Juan Risso, Miguel Mori, Ricardo Pérez, Néstor Manfredi, José Malleo, Carlos Bulla.
A los 15 minutos ya perdíamos 0-1 gol del delantero de Rosario Central, Néstor Manfredi, lo que dificultaba nuestras posibilidades de clasificación, nuestra selección se fue con todo por al menos empatar y seguir con chances, recordar que aún nos quedaban 2 partidos, contra Chile y la complicada Brasil. Hasta que al minutos 84, casi llegando al final del partido una dura entrada del delantero de universitario Víctor «kilo» Lobatón con una fuerte plancha en el área chica contra el defensor argentino Horacio Morales, convertiría el gol del empate, pero el referí uruguayo Ángel Pazos procedió a anular dicha anotación, nos quedábamos con gol, sin empate y con panorama complicado para clasificar a los juegos de Tokio.
El Estadio Nacional estaba en estado de ebullición, era realmente una caldera, no entendía el público como el uruguayo podía haber anulado aquél gol, ese maldito gol que terminaría con la vida de cientos de personas. Se pasaba del éxtasis del público en esas casi 50 mil personas a la rabia, a la bronca por la anulación de ese bendito tanto. Llegaron los reclamos de los jugadores, el público tiraba de todo a la cancha, para agredir a los jugadores argentinos y a la terna arbitral. Hasta que se metió un moreno grandote de físico, intentando agredir al referí uruguayo Pazos, estuvo cerca de lograr su cometido, pero fue detenido por la policía y sus perros de ataque, al ver como golpeaba la policía a aquél grandote que se había metido a la cancha para hacer justicia por sus propias manos, el público en las tribunas se puso mas agresivo, varios querían imitar a ese intrépido moreno que respondía al nombre de Víctor Vásquez y era conocido por todos por «Bomba» o «Negro Bomba», era conocido por ser un muchacho marginal que vivía de ser seguridad de un viejo prostíbulo limeño, y era conocido por sus múltiples broncas en espectáculos deportivos, no era la primera vez que ocasionaba algún problema en un estadio de fútbol, pero esta vez originó que se encendiera la mecha de todo lo que vendría mas tarde en nuestra capital.
«Bomba» como siempre que asistía a un partido de fútbol estaba ubicado en la tribuna popular norte, es ahí por donde ingresa a la cancha para agredir al referí uruguayo, luego la policía atacaría justamente esa tribuna popular y la tribuna de oriente que da a la Vía Expresa, esas 2 tribunas fueron las mas reprimidas por las fuerzas policiales al mando del comandante Jorge de Azambuja, que ordenó que se atacará al público presente con bombas lacrimógenas para que se calmarán, pero lo que en un origen sería el remedio resultó siendo peor que la enfermedad.
Empezaron las avalanchas en las tribunas para poder salir del estadio, encontrándose con las puertas de dicho recinto cerradas por «seguridad», para que no ingresará mas público, ya que no cabían mas dentro del viejo Estadio Nacional. Muchos mantenían la calma, lo que se debería hacer en estos casos y subían a las partes altas de las tribunas, pero la mayoría quería escapar como a de lugar, lo mas pronto sin percatarse de que estaban encerrados, sin salida.
Durante las siguientes horas, Lima fue un caos, la delincuencia estuvo a la orden del día, arreciaron los saqueos, la destrucción de buses, autos y todo lo que estuviera cerca al Estadio Nacional y ni siquiera los refuerzos policiales enviados por el gobierno de Belaúnde que presidía el país en aquél año, detenía el caos reinante, ya se voceaba que eran mas de 100 los fallecidos dentro del primer escenario deportivo nacional, aún no se sabía a cierta ciencia cuantos eran los fallecidos, los hospitales ya no podían albergar mas heridos que provenían del estadio. Anochecía en Lima y la radio informaba que ya llegaban a 200 los fallecidos, casi todos por asfixia. En vano era que muchas personas se acercaran a los nosocomios de la capital, porque muchos de los heridos y fallecidos no portaban con documentos, eso hacía que la noche de ese domingo 24 sea aún mas traumática, mucha gente se perdía en la incertidumbre si su padre, hermano, tìo, sobrino, primo o simplemente un amigo hubiera asistido a aquél trágico partido. La ola de violencia ya había cesado ya bien entrada la noche. El centro era casi una ciudad fantasma y tétrica, en el que parecía que hubiera ocurrido una guerra civil en esas pocas cuadras y no una especie de reclamo, violento al fin y al cabo de la aún mas violenta represión policial, dentro y en las afueras del Estadio Nacional.
Al día siguiente ya se sabía con mas seguridad que eran mas de 300 los fallecidos y 500 heridos, días mas tarde se confirmaban que habían fallecido 320 personas, muchas de ellas asistiendo a observar un deporte popular y familiar sin ningún tipo de violencia (tan distinto como lo que es ahora), que lo tomaban como distracción (o era aquel domingo ir al cine, a ver las 6 horas peruanas, que se escenifica muy cerca al estadio, en el Campo de Marte o ir al fútbol, muchas fueron a esto último).
Muchos asistan a lo que sería su tumba, y gritarían ese maldito gol, ese gol maldito que desató todo una tragedia en el país. La peor tragedia deportiva del Perú.
Fotos: Google y Revista Caretas